Octubre, el temible mes de la temporada ciclónica
El Instituto de Meteorología es uno de los pocos en la región latinoamericana que realiza sus pronósticos a partir de la década de los años 60 y por la experiencia acumulada sus especialistas estiman que octubre es el mes más peligroso de la temporada ciclónica para Cuba.
La convergencia en ese sentido siempre ha sido sobre la base de los hechos e impactos históricos ocurridos en ese período,
que se extiende desde el primero de junio hasta el 30 de noviembre en el área geográfica del océano Atlántico tropical, incluido el Golfo de México y el mar Caribe.
Una considerable cantidad de fenómenos hidrometeorológicos de ese tipo no solo afectan el territorio nacional durante esos 31 días, sino también los intensos; es decir, los que llegaron con vientos máximos sostenido de 148 kilómetros por hora.
Son elocuentes los ejemplos de los más dañinos por el número de muertes provocadas, entre ellos el huracán de San Francisco de Borja, que en 1870 dejó sin vida en Matanzas a 800 personas; el de los 5 días en 1910 en Pinar del Río a 100; y el de 1926 en La Habana y la Isla de la Juventud a 650.
Apenas en esos dos últimos territorios, el de 1944 mató a 300; el Flora, en 1963 en la región oriental, a 2000 y con vientos de 225 kilómetros por hora constituyó uno de los más devastadores que pasaron por Cuba en el Siglo XX.
Con su delicado nombre, penetró por la Punta de Maisí, giró por Manzanillo, entró de nuevo por Santa Cruz del Sur y posteriormente salió por la costa norte de Oriente, todo durante tres días de azote.
La relación de ellos contempla el del 17 de octubre de 1996, cuando Lily cruzó por el Este de la Isla de la Juventud, entre Punta del Este y Cayo Largo del Sur, y causó estragos en la economía nacional.
Dos años después, el 13 de octubre de 1999, Irene, atravesó la Isla de la Juventud, sin ocasionar perjuicios de consideración, y se internó en la isla grande.
Desde la segunda mitad del Siglo XIX la meteorología tropical comenzó a desarrollarse con mayor intensidad en Cuba, donde se acumula una mayor documentación científica acerca de los fenómenos hidrometeorológicos, con la existencia de un moderno y efectivo sistema de observación, reconocimiento y apreciación sobre su futuro comportamiento.
Un ciclón tropical es un término genérico que se emplea para designar a los sistemas de bajas presiones que se forman en los océanos, en un ambiente homogéneo y generalmente en la zona tropical.
Están acompañados de una amplia área de nublados, con lluvias, chubascos y tormentas eléctricas, y tienen asociados una circulación superficial de los vientos en sentido contrario al de las manecillas del reloj en el hemisferio norte, y en el mismo sentido que éste en el sur.
La reducción del riesgo de desastre en Cuba surgió con la estrategia del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, después de los azotes del huracán Flora en la región oriental del país, bajo el nombre de voluntad hidráulica y que significó la construcción de una infraestructura para el aprovechamiento hidráulico que supera los ocho millones de metros cúbicos en 239 presas.
Un respaldo pleno a su enfrentamiento ofrece el servicio meteorológico nacional, con profesionales de elevada calificación en 68 estaciones existentes en el país, 14 centros provinciales y una red de radares, que mantienen un seguimiento a la actual temporada ciclónica, calificada de muy activa.
Su intensificación se evidenció durante el octavo mes del año y por segunda ocasión consecutiva su enfrentamiento esta atemperado a la pandemia del nuevo coronavirus de la COVID-19.
Profesionales del Instituto de Meteorología previeron que la nueva es activa, porque en su transcurso pueden formarse unos 16 ciclones tropicales en el Atlántico Norte, la mitad de los cuales pueden alcanzar la categoría de huracán.
De acuerdo con estadísticas, hasta septiembre pasado se habían formado 17 depresiones tropicales en lo que va del semestre lluvioso.