El virus SARS-CoV-2 no es amigo de nadie
Junto al cálido saludo, a la distancia que aconseja el momento, llevando el puño al corazón u otro gesto de cortesía, quiero que nos permitan una breve reflexión.
Téngase cuidado con la peligrosa tendencia a la reducción de la percepción de riesgo en el actual contexto sanitario.
Enfrentamos un virus que no es amigo de nadie, no respeta fronteras, aprovecha cualquier descuido para entrar en nosotros, convierte a nuestras células en «fábricas» que producen más virus y ocasiona tantos daños que aún no todos se conocen bien, incluso la muerte, lamentablemente, en no pocos de los contagiados.
El virus ni siquiera se permite dormir una mañana o siesta, no descansa en su maléfica intención de causar daño, nos quiere usar a su antojo, asume el perjuicio como misión, no juega ni con los niños y mucho menos con «pelota de trapo o goma», porque prefiere hacerlo con maña, «al duro y sin guantes».
Es un virus que se disfraza una y otra vez, mutando para poder infectar a más personas.
De ahí que, haciendo más de lo mismo, no se logrará cambiar el curso de la COVID-19. Mucho más de lo hecho falta por hacer para asegurar el control.
Vale abrazar una ecuación cuasi-perfecta:
Protección + Inmunización = Prevención.