Cambio climático: futuro en llamas
Esa nuestra Organización de Naciones Unidas (ONU), con tendencias «elegantes y táctiles» al hablar de culposas desgracias globales, acaba de admitir este agosto, sin muchos viejos afeites y generalidades, que el planeta ya no podrá evitar los efectos del creciente calentamiento climático en los inmediatos treinta años.
Lo dice frente a los vientos de ciertos personajes (¿se acuerdan de Donald Trump?), que todavía juran, perjuran, aplauden y alaban la «verdad» de que el alza planetaria de la temperatura es puro cuento de científicos erráticos o insanos conspiradores políticos.
La renovadas conclusiones de Naciones Unidas están contenidas en el informe de un comité de expertos que a su vez basó sus razonamientos en más de 15 mil referencias y estudios académicos aprobados por 195 gobiernos, y serán centro de la Cumbre de la ONU programada para el próximo noviembre en Glasgow, Reino Unido, acerca del insistente y repetido petitorio de disminuir las emisiones de CO2 a la atmósfera.
Convocatoria que, sin necesidad de avisos, invitaciones y protocolos, vienen remarcando los muchos y singulares incendios forestales que olas de calor provocan a lo largo de la geografía mundial, la desaparición de grandes reservorios de agua como el lago boliviano Poopó, el segundo en tamaño luego del gigante Titicaca, o las nunca registradas lluvias que se reportan desde la cumbre eternamente nevada de Groelandia, sin contar la desaparición de glaciales, la desertificación rampante, la acidificación de los mares y las otras muchas tragedias ambientales en pleno desarrollo.
En consecuencia, el informe de marras alerta sobre «un aumento significativo de las condiciones meteorológicas extremas en los próximos 20 o 30 años», y precisa que casi mil millones de personas en todo el mundo podrían sufrir olas de calor más frecuentes, alternadas con lluvias copiosas, inundaciones y penetraciones del mar en costas bajas.
En pocas palabras, un cuadro que no debería convertirse en tema de litigio y pasiones absurdos, sino de apresuramiento en el trabajo y la cooperación conjuntos para frenar un dislate de marca mayor.
El informe además, y es un punto muy importante, responsabiliza a la «actividad humana» por la degradación del planeta, cuyos niveles de regeneración propia están quebrados desde la ya lejana década de los setenta del pasado siglo.
Lo que lamentablemente la «diplomacia» declina para «no herir susceptibilidades» es mencionar que, si bien el desarrollo humano tiene impacto inevitable en el entorno como fenómeno genérico, lo cierto es que en este decisivo embrollo existen infracciones determinantes de sistemas socio económicos, políticas y modos de hacer que no reparan en cualquier actividad, por negligente, nociva y dañosa que se trate, si de acumular ganancias y poderío individual o sectorial se trata.
Acciones que a la vez entorpecen con empecinamiento el dar a luz labores de protección y cuidado para disminuir al máximo tan alarmantes y destructivas consecuencias.
Quienes tuvimos la oportunidad de estar presentes en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en la década de los noventa y de escuchar de boca del entonces presidente gringo George Bush (padre) la cerrada negativa de su gobierno a firmar los primeros acuerdos mundiales para la reducción de las emisiones de CO2 a la atmósfera, y decenios después asistir al retiro de los Estados Unidos, de manos de Donald Trump, del Pacto sobre el Cambio Climático de París, no podemos menos que coincidir en que el envenenamiento del planeta tiene muchos grandes y graves culpables, abanderados de un criterio marcado por ganar e imponerse a toda costa y a todo costo.
Gentes que llegan a la aberración de cuestionar a la ciencia y a quienes la desarrollan bajo los rótulos más ásperos e insulsos que se puedan emitir.
Como si en un entorno global en llamas, alguien pudiera seguir viviendo eternamente tras vidrios polarizados, gabinetes gélidos y arcas repletas de billetes verdes.
Cambio climático: Modificación del clima respecto al historial climático a una escala global o regional. Se produce a diversas escalas de tiempo y sobre todos los parámetros meteorológicos: temperatura, presión atmosférica, precipitaciones, nubosidad.