En el corazón, las doctrinas del Maestro
Martí ejerció de manera decisiva en la formación moral, humana y revolucionaria del máximo líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz
No se puede ser cubano verdadero si no se es martiano; y no se es martiano verdadero si no se es fidelista. La prédica martiana ganó desde muy temprano la adhesión de Fidel, idea que dejó bien asentada en la entrevista concedida a Frei Betto en 1985: «Claro, yo antes de ser comunista utópico o marxista, soy martiano, lo voy siendo desde el Bachillerato: no debo olvidar la atracción enorme del pensamiento de Martí sobre todos nosotros, la admiración por Martí. Yo fui siempre también un profundo y devoto admirador de las luchas heroicas de nuestro pueblo por su independencia en el siglo pasado.»»
A Tomas Borge le diría: «Una de las razones por las que fui martiano y una de las frases más bellas que en mi vida leí de Martí – y he leído muchas frases bellas de Martí y me han causado un infinito placer muchos de los pensamientos martianos- fue una frase que decía: «toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz» «¡Qué pensamiento tan clarividente, que humildad, que modestia! Eso es lo que tenía Martí. Tú nunca vez a Martí hablar de su proyección histórica, ni de su imagen histórica. Tú lo ves consagrado a la obra de la Revolución, al pensamiento de la Revolución.»»
Y este termina su libro Un grano de maíz expresando en el último párrafo que se va «convencido de haber hablado con el discípulo de Martí, de haber hablado con un grano de maíz.»»
Desde que era un estudiante, Fidel en los actos públicos sustentaba sus criterios apelando frecuentemente al ideario martiano, como por ejemplo en aquel acto convocado por la Federación Estudiantil Universitaria el 27 de noviembre de 1948. Ya graduado, combatiendo al corrompido gobierno de Carlos Prío Socarrás, expresa en una carta a sus compañeros, en diciembre de 1951, que para ellos solo había una forma de esperar el Año Nuevo y era con las palabras que expresara José Martí en la Navidad de 1894: «Para un pueblo sufrido no hay más Año Nuevo que el que el que se abra con la fuerza de su brazo entre las filas de sus enemigos.»»
Por lo tanto, al ocurrir el golpe de Estado propiciado por Batista el 10 de marzo de 1952 aumenta su rebeldía. En su primera respuesta al golpe militar (Revolución no, Zarpazo) se ven los mismos sentimientos de rechazo al despotismo que caracterizaron a Martí desde que a los 16 años escribiera su poema «Abdala».
Más de una vez repetiría nuestro Comandante que: «la libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio»» Tal como Martí desenmascaró en su época al reformismo y al anexionismo como enemigos de la total independencia de Cuba proclamando así la inevitabilidad de la guerra contra el coloniaje español, así también Fidel llegó a la conclusión de que la lucha armada era el único camino que le quedaba al pueblo de Cuba para conquistar su libertad.
El mismo Fidel explicaría la similitud de estas ideas en 1971, ante los estudiantes de Concepción, en Chile. «Una profunda tradición nos venía desde Martí. Cuando hablaba de la guerra explicaba: la guerra inevitable, la guerra necesaria. Fue toda una filosofía para justificar por qué explicar por qué en nuestro país se acudía a la forma extrema de lucha puesto que a la patria no le quedaba otra alternativa de obtener la libertad. Nuestra Revolución siguió esa técnica, esa prédica y ese estilo martiano»».
La idea de pelear hasta la conquista de la libertad o entregar la vida en el combate es la irrevocable decisión martiana que asume Fidel para guiar sus pasos, siendo este el primer legado de Martí a las generaciones que le siguieron.
Una de las más altas expresiones de ese influjo martiano en Fidel, es el juicio por los sucesos del Moncada el 16 de octubre de 1953 y sobre todo el auto alegato conocido como «La Historia me Absolverá». Juicio que nos recuerda el consejo de guerra seguido contra el joven Martí en marzo de 1970 cuando es condenado a prisión por infidencia.
Vemos en los dos jóvenes la misma justeza de ideas, idéntica firmeza, igual respuesta demoledora que desarma al Fiscal. En ambos casos los acusados se convierten en acusadores. Martí sustenta ante los jueces la legitimidad de la lucha por la independencia de Cuba. Y Fidel diría con acierto que: «El haber concurrido a aquella cita el 26 de julio, constituirá en no lejanos días el mayor timbre de gloria de un cubano.»
En cada línea de la Historia me Absolverá, en esas palabras que fueron sangre del corazón y entrañas de la verdad, se respira un aliento martiano.
Fidel cita constantemente a Martí: «Para dar a entender que estaba resuelto a luchar solo contra tanta bajeza, añadí a mi escrito* aquel pensamiento del Maestro: «Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército.»»»
Fidel se refiere, además, en este documento al hecho de que se le prohibió la llegada de textos martianos a la prisión, «parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos» diría Fidel «¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de julio?»
En La Historia me Absolverá se conjugan la más valerosa y aplastante denuncia a los crímenes de Batista, con la fundamentación irrebatible del derecho de los pueblos a la insurrección contra la tiranía en la cual está el mandato de nuestros mambises y, en primer término, el pensamiento de Martí. Por eso asegura que «nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consistamos en ser esclavos de nadie».
Es la misma decisión que Martí había expresado con estas palabras:
«Antes que cejar en nuestro empeño de ver libre y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar del Norte, y nacerá una serpiente de un hueso de un águila.»
Planteó en dicho alegato, conocido también como el Programa del Moncada y al cual se le daría cumplimento cuando triunfara la Revolución, una serie de objetivos dirigidos a satisfacer verdaderos anhelos populares.
Con esta defensa Fidel mantiene viva la llama martiana, plantea la convicción de todo el pueblo de Cuba de no dejar fallecer el pensamiento del Maestro. En sus palabras finales diría: «Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, «¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo doctrinas, hay jóvenes que en magnifico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que el siga viviendo en el alma de la patria. «¡Cuba, que sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!»
Se inspira igualmente Fidel en el ideario latinoamericanista e internacionalista del primero de los cubanos. Afirma que Martí «nos enseñó ese espíritu internacionalista que Marx, Engels y Lenin confirmaron en la conciencia de nuestro pueblo», y que el Apóstol «nos trazó la imagen de una América Latina unida frente a la América imperialista y soberbia, revuelta y brutal, que nos desprecia».
Fidel asimila esos sentimientos y actúa consecuentemente. Siendo estudiante, integra comités por la independencia de Puerto Rico.
Y en La Historia me Absolverá plantea que «la política cubana sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente.»
El camino recorrido por Fidel Castro en sus años de formación ideológica estuvo determinado por su inserción en la lucha revolucionaria en el ámbito estudiantil; de aquí que su visión de Martí parte de lo más radical del pensamiento demócrata y antimperialista del Maestro en su etapa de madurez.
Bibliografía consultada: Fidel y la religión, Mártires del Moncada, Obras Completas de José Martí, La Historia me Absolverá,
* Fidel se refiere a la carta que escribió, denunciando el plan que había tramado el tribunal para que este no pudiera asistir más a las sesiones.
Imagen: tomada de Escambray.