Una María, una Coronela, una mujer que hechiza
Me hechizan las mujeres que burlan sus tiempos, tiempos de machismo despiadado, tiempos espinosos, tiempos de apatía, tiempos de hombres y también de otras mujeres. Esas mujeres que me hechizan van a su aire, entre ruidos de faldas y de coraje. María Escobar Laredo «La Coronela», es una de esas mujeres que me hechizan.
Este sábado, viajo en el tiempo hasta el Caibarién del martes 8 de mayo de 1866. Ese día llegó al mundo, en cuna de oro, la niña María Escobar Laredo. Recibió una educación propia de las mujeres de su época, en la escuela particular de Lutgarda Fleitas. Recogen los anales sociales de su tiempo que desde adolecente era indomable y apasionada.
Muy joven contrajo nupcias con el comerciante español, Francisco A. Jolis, y se convirtió en madre de dos hijos, un varón que murió a los 3 años de edad y una niña a la que nombró Macuca Jolis. Se conoce que su matrimonio no impidió que mostrase sus sentimientos a favor de la independencia de Cuba.
María, no se conformaba con ser esposa, ama de casa y madre, ella necesita más de la vida, precisaba más de su tiempo. Fue así que, a los 28 años de edad comenzó a relacionarse con patriotas de la villa, y ofreció sus servicios a la causa de la independencia. Iniciada la guerra (1895) contra España participó junto con Federico Pedrosa dentro del Club Revolucionario «El Diablo», que dirigía Federico Malgraty mantuvo vínculos de trabajo con el Club de Remedios que dirigía Antonia Romero «La Torcaza».
Fue una tarea riesgosa cumplir con cada misión encomendada, pues Caibarién tenía un fuerte Cuerpo de Voluntarios y estaba invadido por una gran columna de tropas españolas. María, no tuvo miedo, y realizó una conspiración de puertas abiertas y su casa fue el centro principal de reuniones encuentros y trasiego de alimentos y abrigo a los insurrectos.
Esta posición de la joven motivó el alejamiento de los miembros del Club «El Diablo», que prefería trabajar en secreto. Ella continuó su labor, y luego de un interrogatorio a que fue sometida por el Comandante militar de la plaza, cambió su seudónimo por «Vencedor» y organizó un club con este nombre, integrado por 48 hombres y mujeres que combatían en la clandestinidad en los puertos del enemigo. Este club, como otros surge al llamado del Partido Revolucionario Cubano fundado por José Martí.
Tras esta intensa acción clandestina a favor de la independencia de Cuba del yugo español, el matrimonio de María, fracasó, y su esposo se ausentó hacia los Estados Unidos.
Recogen las crónicas sociales de la villa que las ideas separatistas de María, se manifestaron por primera vez, cuando al principio de la guerra, en cierta ocasión se hospedan en su casa, por compromiso de su marido algunos oficiales del Ejército Español y ella los satirizó en sus conversaciones acerca de los malos tratos del Gobierno de España hacia los cubanos.
Lo cierto es que María fue centro de la actividad conspirativa en la Villa Blanca, mantuvo estrechos contactos con el jefe del Cuarto Cuerpo del Ejército Libertador, General Francisco Carrillo y con la jefatura de la brigada de Remedios; manejaba la correspondencia con el exterior, propiciaba la preparación y envío de recursos diversos a los combatientes, y apoyaba la entrada y salida del país de enviados de las fuerzas revolucionarias.
Esta caibarienense logró agrupar a favor de la lucha a esposas e hijas de comerciantes y funcionarios españoles, pero los más recalcitrantes, conocedores de sus posiciones a favor de Cuba la llamaban con ironía» «La Coronela».
Un gran admirador de la labor de María fue el General en Jefe, Máximo Gómez Báez, con el cual se relacionó en los últimos meses del año 1898. Un epistolario fluido se estableció entre ambos antes y después de concluida la guerra, y Gómez, en aquellos días amargos, puso en sus cartas a María muchas de sus tristes ideas sobre el presente y futuro de Cuba, por lo que sus cartas constituyen un valioso testimonio de las preocupaciones del Generalísimo sobre la situación del país. Al terminar la Guerra y durante la estancia de Gómez en Caibarién, María lo acompañó en todos los actos oficiales, y él la distinguió con el grado de Coronela, por su valiosa labor clandestina.
Al morir el martes 3 de julio de 1919, en su ciudad natal, Caibarién, a María Escobar Laredo, La Coronela, Vencedor o Esmeralda, los veteranos rindieron guardia de honor ante su cadáver, y el día de su sepelio las Fuerzas del Ejército Nacional Cubano hicieron las descargas del reglamento, en orden a su jerarquía militar de Coronela del Ejército Libertador.
Hoy me declaro convencida de que me hechizan las mujeres que burlan sus tiempos, tiempos de machismo despiadado, tiempos espinosos, tiempos de apatía, tiempos de hombres y también de otras mujeres. Esas mujeres que me hechizan van a su aire, entre ruidos de faldas y de coraje. María Escobar Laredo «La Coronela», es una de esas mujeres que me hechizan.
Fuentes: Notas de la Dra. Acelia Simón Pérez y Ecured
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