Fidel: 13 de marzo, una fecha que la patria debe recordar siempre
Discurso pronunciado por Fidel Castro en el acto de recordación a los mártires del Asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957, celebrado en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 13 de marzo de 1961.
Hoy venimos a conmemorar un aniversario más, de un sacrificio más, de un grupo de mártires más, en una fecha más de la patria. Muchas son las fechas que podríamos conmemorar, mas, hay algunas que son como símbolos; y esta fecha del 13 de Marzo es una de esas fechas símbolos, que la patria debe recordar siempre.
Hace unos días nos reuníamos para recordar a los obreros y a los soldados que cayeron cuando estalló «La Coubre«; hoy, para recordar aquel hecho heroico y para recordar a los compañeros que cayeron aquel día, para recordar a esos jóvenes estudiantes universitarios que pagaron un precio tan alto por lo que tenemos hoy.
Y era lógico que aquí nos reuniéramos los que representamos al pueblo revolucionario, ya que aquí se reúnen esta noche los que representan a las fuerzas revolucionarias del país, a las fuerzas sociales revolucionarias, y a las organizaciones revolucionarias que las representan.
Los compañeros que me han precedido hacían el recuento, y es muy cierto que los que aquí han permanecido fieles a la bandera de la Revolución son los que, efectivamente, quisieron hacer una verdadera revolución. El compañero Cubelas enumeraba a aquellos miembros del Directorio Revolucionario que lucharon junto al compañero Echeverría, y señalaba que todos estaban aquí presentes, todos aquellos dirigentes de aquella organización revolucionaria.
Exactamente lo mismo podríamos decir de todos aquellos compañeros que en los días más difíciles de la lucha en las montañas permanecieron allí dispuestos a afrontar todos los obstáculos que tenían delante, y exactamente podría decirse de aquellos miembros del Partido Socialista Popular, que en los días difíciles de la persecución y de la clandestinidad no desertaron de su causa; lo mismo podríamos decir de todos aquellos cubanos que durante mucho tiempo, durante largos años, y quizás durante vidas enteras, habían estado deseando esta hora de Cuba; y lo mismo podríamos decir, si vivieran, de todos aquellos jóvenes y aquellos revolucionarios que a lo largo de nuestra vida republicana supieron ofrendar su vida por un ideal; y lo mismo podríamos decir de aquellos mambises que en el 68 y en el 95 supieron luchar y supieron morir, y aun aquellos que no murieron no tuvieron esa suerte que hemos tenido nosotros, «¡de ver ondearse, enteramente libre, la enseña de la patria!
La historia de los pueblos la hacen los hombres leales, los hombres que perseveran, los hombres que no desertan de su causa. Y así, la propia Revolución ha ido depurando sus filas. Días hemos visto, en conmemoraciones como esta, en que a la tribuna donde se venía a recordar a los mártires de la Revolución acudían, hipócritamente, quienes por carecer de ideales, quienes por carecer de moral, quienes por carecer de honor, no tenían derecho a estar en esta tribuna.
La propia Revolución se ha encargado de irlos dejando en el camino; muchos de ellos están hace rato del otro lado. Pero, en realidad, los que aquí quedamos nos sentimos mucho mejor. Había caras que nosotros necesitábamos, todos, mucha paciencia para tolerar y que, sin embargo, puesto que la Revolución no le ha negado a nadie un puesto en la lucha, puesto que la Revolución no ha sido excluyente, puesto que la Revolución no era monopolio de nadie, ellos podían ejercer el derecho, si querían, de volverse revolucionarios. Y no lo ejercieron, prefirieron ejercer el derecho de volverse mercenarios. Ellos tenían el derecho a permanecer leales; el pueblo fue generoso en el olvido de muchos pecados, pero los pecadores reincidieron, en vez de ser leales fueron traidores.
Los que aquí quedaban junto a la Revolución, son como esos hombres y esas mujeres que no se mueven de su sitio, que son capaces de sonreír y hasta de soportar divertidamente un aguacero, como si cualquier cosa. Y en eso pensábamos nosotros, en la firmeza de los hombres y mujeres del pueblo; en eso pensábamos nosotros, en lo maravilloso que es un pueblo revolucionario, en la diferencia que va de ayer a hoy, en la diferencia que va entre aquellas muchedumbres que se reunían al calor de un entusiasmo pasajero y el pueblo que se reúne hoy, aferrado a su bandera y enraizado en su tierra, con el cual se puede contar para todo.
A ese pueblo, que no lograrán conmover ni la agresión económica, ni el sacrificio que esa agresión nos imponga, ni los peligros, ni el terror; a ese pueblo, que despreciaban ayer los que lo explotaban, los que todavía no han sabido calibrar suficientemente hoy; a ese pueblo, que desprecian los que nunca han sentido con el pueblo; a ese pueblo, que desprecian los que se asocian a los más inmorales intereses para tratar de quitarle lo que la Revolución le ha dado, para tratar de arrebatarle lo que la Revolución ha conquistado para él; pero sobre todo, para tratar de arrebatarle no el presente, que el presente está lleno de horas de lucha, el presente está lleno de esfuerzo, el presente puede estar lleno de sacrificios, sino para arrebatarle el futuro, para arrebatarle la esperanza que alienta nuestro pueblo, el porvenir por el cual estamos luchando todos.
Y es hora de que vayamos aprendiendo, es hora de que vayamos comprendiendo, es hora de que vayamos sabiendo lo que es una revolución. Una revolución es un acontecimiento demasiado serio; una revolución es un hecho demasiado profundo y grande en la vida de los pueblos; una revolución no se hace fácilmente. Y de los acontecimientos de las revoluciones hablan siempre las generaciones venideras; y de las grandes revoluciones hemos leído y hemos hablado siempre con verdadera admiración, pero sobre todo de los pueblos y de las generaciones que hacen las revoluciones.
Y nuestra Revolución es uno de esos acontecimientos que hará historia; y del pueblo que está haciendo la revolución, y de la generación que está haciendo la revolución, hablarán mañana con admiración las generaciones venideras de Cuba, de América y del mundo entero.
Por eso, debemos sentirnos dignos de la empresa que estamos realizando; no debemos hacernos ilusiones de que es una empresa fácil.» Es posible que hasta aquí no haya sido muy difícil; es posible que hasta aquí no haya implicado grandes sacrificios; es posible que hasta aquí el pueblo haya podido recibir mucho, y en poco tiempo hemos recibido mucho y hemos hecho pocos sacrificios.» Porque en realidad, el pueblo no los ha hecho; en realidad, quienes aquí han tenido que observar la ausencia de algunos beneficios o de algunas satisfacciones personales, han sido los que explotaban al pueblo.
Y los que explotaban al pueblo han visto desaparecer muchos de sus gustos y muchos de sus privilegios. Pero todavía esa clase ejerce sobre el pueblo alguna influencia; esa clase no es la que predica el sacrificio; esa clase es la que predica la inconformidad. Esa clase no es la primera en aconsejar fortaleza frente a las privaciones; es la primera en iniciar la protesta, es la primera en expresar su queja, y trata de contagiar su resentimiento y su amargura a los demás.
Por eso, debemos aprender a analizar la revolución tal como es: una pugna enconada de intereses, y que las revoluciones se hacen velando por el interés del pueblo; que las revoluciones se hacen velando por el interés de ustedes, jóvenes, hombres y mujeres humildes del pueblo; las revoluciones se hacen para llevar a aquellos la felicidad que nunca han tenido, para llevar a aquellos los beneficios que nunca han recibido, aunque para lograr ese justo propósito haya que sacrificar todos aquellos privilegios y todos aquellos beneficios que hayan tenido con exceso unos cuantos.
La historia de los pueblos la hacen los hombres leales
Las clases dominantes no solo eran corrompidas, no solo vivían dedicadas a la frivolidad y a la holgazanería, sino que además esparcían su corrupción, o trataban de expandirla, a otros sectores del pueblo; trataban de contagiar de su espíritu frívolo y de su holgazanería crónica, a otros sectores del país; trataban de contagiar, con sus gustos y sus caprichos, a las propias clases dominadas por ellas; trataban de contagiar a esas clases con su falta de espíritu de sacrificio, con su falta de espíritu creador, con su falta de deseo de progresar.
Y en realidad, para que comprendamos bien la revolución, es necesario saber que ustedes, hombres y mujeres humildes del pueblo, deben tener presente siempre que esta es una lucha entre los que ayer los explotaban, y entre ustedes «y los que luchamos junto a ustedes» para que el pueblo pueda tener lo que siempre le habían negado; deben saber que los sacrificados aquí en virtud de la realidad de la revolución, los sacrificados conscientemente, son los privilegiados; a los que la revolución sacrifica sin consideración alguna son a los que explotaban al pueblo. Y los otros sacrificios, los otros sacrificios, los que la lucha nos impone a nosotros, son los sacrificios que necesariamente debemos hacer para alcanzar el triunfo.
Antes, como decíamos hace poco, el pueblo no poseía nada; pero había, sobre todo, una extraordinaria diferencia entre los que nadaban en la abundancia, y los que nadaban en la miseria; entre los que tenían varias casas, varios automóviles, grandes negocios y grandes ingresos «piénsese, por ejemplo, en aquella familia que percibía mensualmente 150 000 pesos por concepto de rentas», entre los que tenían sus escaparates llenos de ropa, entre los que tenían en su casa los muebles más lujosos, los equipos eléctricos más modernos, a cuya disposición estaba todo el confort y todo el lujo que podía imaginarse, y aquellos que no tenían ni casas, ni zapatos, ni muebles, ni medicinas, ni alimentos siquiera. Había un verdadero abismo entre unos y otros.
Por eso, cuando en medio de una revolución se carece de algunas cosas, los que notan la carestía no son precisamente aquellos que siempre carecieron de todo. La familia campesina que vivía en un bohío de tierra y hoy recibe una casa moderna, con luz y con agua, que tiene una escuela para sus hijos, que tiene un médico y que tiene trabajo, no observa que falte nada; los que carecían de todo no le echan hoy de menos a nada, y los que lo tenían todo hoy le echan de menos a todo.
Es bueno que abordemos este tema por cuanto la Revolución entra en etapa de lucha enconada, de lucha enconada contra los privilegios que no se resignan a su desaparición, de lucha enconada contra el imperio que tampoco se resigna a su desaparición. Y cuando se entra en esa etapa hay que alertar los espíritus, hay que alertar los ánimos, hay que levantar más la guardia, hay que elevar la conciencia revolucionaria, hay que aumentar la vigilancia, hay que acerar el espíritu, hay que prepararse a dar la batalla.
Fidel en tumba de José Antonio Echeverría, en enero de 1959. Foto: Archivo
Y cuando hablamos de sacrificios, no hablamos de que al pueblo le faltará la alimentación, al pueblo no le faltará la alimentación; cuando hablamos de sacrificios no hablamos de que al pueblo le faltará vestido, al pueblo no le faltará vestido, al pueblo no le faltará escuelas, al pueblo no le faltará casas, al pueblo no le faltará hospitales, al pueblo no le faltará trabajo. No, al pueblo no le faltarán esas cosas, y no le echará de menos absolutamente a nada, aquel que no tenía trabajo, ni tenía casas, ni tenía escuelas para sus hijos, ni tenía medicinas, ni tenía alimentos; soportará las horas difíciles mucho mejor aquel que nada tenía; lo esencial no le faltará al pueblo, pero lo que importa saber es si los explotadores de ayer nos van a influir porque carezcamos de aquellas cosas que no son indispensables. Porque sin lo indispensable podemos vivir, sin lo indispensable podemos seguir adelante.
La agresión y el bloqueo económico pueden privar al pueblo de muchas cosas que no son indispensables; la agresión y el bloqueo económico pueden privar a la nación, momentáneamente, de algunas cosas que sí son indispensables para la industria, por ejemplo. Y es claro, ¿qué quieren los enemigos de la Revolución? ¿Quieren acaso facilitar su triunfo?, ¿o quieren llenar su camino de obstáculos? Los enemigos de la Revolución lo que quieren es el fracaso de la Revolución. ¿Para qué? Para volver al ayer, para volver a aquella época en que unos cuantos lo tenían todo y nadaban en la abundancia, mientras millones de cubanos carecían de todo y nadaban en la miseria.
Cuando el gobierno imperialista decretó la supresión de nuestras cuotas azucareras, ¿qué quería? Cuando el gobierno imperialista decidió prohibir el envío de piezas de repuesto de industrias y de maquinarias a Cuba, ¿qué quería? Quería traer el hambre, quería dejarnos sin recursos económicos, quería paralizar nuestro transporte, quería paralizar nuestras industrias. ¿Y por qué quería paralizar nuestro transporte, paralizar nuestras industrias y privarnos de recursos económicos? Para hacernos fracasar. ¿Y por qué nos querían hacer fracasar?
Sencillamente porque pusimos fin a los abusos que cometían con nuestro pueblo, porque pusimos fin a la explotación que realizaban con nuestro pueblo, porque rescatamos las tierras de la nación que estaban en manos extranjeras, porque rescatamos la industria de la nación que estaba en manos extranjeras, porque rescatamos los servicios públicos de la nación que estaban en manos extranjeras, porque rescatamos los bancos de la nación que estaban en manos extranjeras, porque rescatamos la producción azucarera de la nación que estaba en manos extranjeras, porque rescatamos la soberanía de la nación que estaba en manos extranjeras, porque hemos rescatado para el pueblo, lo que ayer era patrimonio de los monopolios extranjeros.
Por eso, y para que en América los pueblos hermanos no hagan lo mismo, por eso, y para evitar que ocurra lo mismo a los monopolios en otras partes de América, quieren que la Revolución fracase; porque no quieren perder las minas, y las tierras, y los bancos, y las industrias y los negocios que tienen en todas partes del mundo. Por eso quieren que la Revolución fracase, y porque hemos sido los primeros en hacer lo que todos los pueblos de América querrían hacer, y porque hemos decidido gobernarnos por nosotros mismos, y porque hemos reivindicado la independencia y la soberanía de la nación, y porque somos un pueblo libre que no tenemos que pedir le permiso a nadie. «¡Y porque somos un pueblo decidido y firme que ha tenido el valor de enfrentarse al coloso imperialista!
Por la Revolución Cubana
Porque no encuentran aquí ya gobernantes arrastrados y sumisos, por eso quieren que la Revolución fracase; porque el pueblo de Cuba está enseñando a los demás pueblos de América el camino verdadero de la liberación, liberación que no habrán de esperar jamás, «¡liberación que no podrán esperar jamás de las manos impúdicas que con unos cuantos millones de dólares quieren comprar la conciencia de América!
Porque estamos enseñando a los pueblos de América el camino verdadero de la justicia y de la liberación, que no podrán esperar jamás de los mismos que solo persiguen un propósito: mantener su dominio colonial sobre el continente, mantener la posesión natural de los recursos del continente y mantener los mercados donde invertir sus dólares usureros y lograr ganancias fabulosas a costa de las miserias de los pueblos.
Era como el campesino que se pusiera a esperar del latifundista que le diera la tierra; era como el esclavo que se pusiera a esperar de los amos que le diera la libertad; era como el pobre que se pusiera a esperar del rico que le diera pan.
Y nosotros estamos enseñando a la América el camino verdadero; que es por Cuba, y solo por la Revolución Cubana, que el gobierno imperial se ha venido a llenar de preocupaciones y recordarse ahora de que la América Latina existe. Hasta hace apenas dos años, el imperio yanki no se acordaba de que América existía. Y como el caso de Cuba ha venido a enseñarles que América existe, hoy se llenan de inquietud, pero no por el bienestar de América, sino por el temor de perder a América.
¿A quién pueden hacer creer que los consorcios financieros, que los avaros sedientos de oro, que los millonarios yankis estén preocupados del progreso de América? Los millonarios yankis y quienes los representan en el gobierno de ese país no tienen otra preocupación que el temor de perder sus negocios en América, que el temor de perder sus pozos de petróleo en América, que el temor de perder sus latifundios en América, que el temor de perder los obreros que trabajan barato para ellos en América, que el temor de perder su mercado de capitales.
Y es una verdadera tomadura de pelo histórica que intenta ser tornadura de pelo continental, esa supuesta «Alianza para el Progreso» de la cual habló hoy el millonario Kennedy. «¡Alianza para el progreso! ¿Y de qué les habla? ¿Les habla de reforma agraria? «¡No!, porque Kennedy sabe que sus aliados y sus amigos en la América Latina no son los campesinos pobres, no son los indios sin tierra; no, Kennedy sabe que sus aliados y sus amigos en la América Latina son los grandes latifundistas.
¿De qué les habla? ¿Les habla, acaso, del desarrollo industrial de los países de América Latina?, ¿del aprovechamiento de sus grandes recursos naturales? ¿Les habla acaso de la independencia económica? «¡No! ¿Y de qué les habla? Les habla de casas, de escuelas, les habla de caminos, es decir, habla de facilitar 500 millones de pesos, pero no para hacer industrias, no para hacer reforma agraria, «¡no! ¿Y no por qué? Porque Kennedy es representante de los millonarios americanos, y los millonarios americanos no quieren en América Latina industrias nacionales; los millonarios americanos ven que pierden sus mercados de capitales de Asia; los millonarios americanos ven que son desplazados de otros sitios del mundo, y los millonarios americanos no quieren industrias nacionales en los pueblos de América Latina, sino industrias yankis en los pueblos de América Latina.
Y por eso, cuando habla de la limosna, de la limosna de 500 millones con los cuales quiere comprar la conciencie de América, no se atreve a mencionar la palabra «fábrica», no se atreve a mencionar la palabra «industria nacional», no se atreve a mencionar ninguna de las medidas con las cuales sí resolverían los pueblos sus problemas.
Kennedy no puede hablar de desarrollo económico, porque se lo prohíbe su complicidad con los grandes monopolios, con los grandes millonarios. Y los millonarios, si dan una limosna, es a condición de que sea para gastarla en cosas que no signifique desarrollo de la economía nacional, que no signifique independencia económica, porque los consorcios financieros no estarían dispuestos a aceptar ninguna política que significara desarrollo económico de América Latina. Esto, sin contar con que la limosna se quedaría siempre en manos de aquellos que, por lo general, no dejan ni los clavos; de aquellos que los dólares entran por aquí y ellos los sacan por otro lado para Europa o para los propios Estados Unidos.
Gracias, por lo que le han enseñado al pueblo a distinguir entre la verdad y entre la mentira; entre la esencia de los derechos y las libertades del hombre, y la máscara de los derechos y las libertades del hombre.
Gracias, por haberle enseñado a este pueblo que el «mundo libre» de los imperialistas es el mundo libre de la España de los 2 millones de asesinados por el franquismo; que ese mundo libre es el mundo libre de los guerreristas y militaristas alemanes, de la oligarquía guerrerista del Japón; el mundo libre de los Chiang Kai-Shek; el mundo libre de los asesinos de Lumumba; el mundo libre de los asesinos de Sandino; y, sobre todo, el mundo libre de los criminales que asesinaron a cerca de 100 obreros y soldados en el vapor «La Coubre»; el mundo libre de los que armaron las manos asesinas de los esbirros; el mundo libre de los que se apoyan en los explotadores, en las oligarquías egoístas que nadan en la abundancia mientras los pueblos nadan en la miseria; el mundo libre de los monopolios y de los trusts; el mundo libre de los hipócritas; el mundo libre de las máscaras que hablan descaradamente de libertad y que ofenden el nombre de la libertad, y que ofenden el nombre de la dignidad humana, «¡porque quieren tener a los pueblos convertidos en esclavos para trabajar por los usureros y los holgazanes!
Y hemos aprendido de ellos, en muy poco tiempo, de lo que es el imperialismo, de cómo no tolera la menor manifestación de libertad; cómo es un mundo sin ideología y sin principio; que practica, que rinde culto al crimen y a la violencia, a la agresión; que rinde culto a la guerra; que rinde culto al oro.
Y ese es su único ideal, su única meta: el oro, aunque sea oro ensangrentado; de oro, aunque sea oro amasado con el sudor de millones de hombres de todos los pueblos del mundo. Y esa es también su única religión. ¿Que creen en Dios? «¡No!; para ellos no hay más Dios que el oro. ¿Que creen en la libertad? «¡No!; para ellos no hay más libertad que el oro. ¿Que creen en la democracia? «¡No!; para ellos no hay más democracia que el oro. ¿Que creen en la dignidad? «¡No!; para ellos no existe ninguna dignidad que no se pueda comprar con oro, ni tienen ni son capaces de concebir una dignidad propia que no se venda por oro. «¡Y no tienen ideales que no sean capaces de vender o de cambiar por oro! «¡Y no tienen principios que no sean capaces de cambiar por oro! «¡Oro, oro y oro, esa es la filosofía del imperialismo!
Y eso es lo que hemos aprendido. Y si eso no lo sabe el pueblo norteamericano es porque no se lo dejan saber los magnates que controlan las revistas, la televisión, los periódicos, el cine y todos los medios de divulgación de las ideas. Y son hasta capaces de llevar a todo ese pueblo a la catástrofe sin que ese pueblo siquiera se dé cuenta. Porque si estas verdades no las comprende el pueblo americano es porque existe toda una maquinaria para engañarlo, para hacerlo mirar las cosas más esenciales de la política nacional e internacional con el mismo criterio por el cual comprarían una botella de Coca-Cola o una marca de cigarros.
Le inculcan las mentiras con los mismos métodos que le inculcan la propaganda comercial. Y al que escriba lo persiguen; y si hay un escritor o un artista que se rebele contra ese mundo de mentiras, lo proscriben y hasta lo encarcelan. Y ejercen un monopolio absoluto sobre todos los medios de divulgación de las ideas.
Y por eso aquel pueblo no ve; aunque tal vez esté próximo el día que el pueblo aprenda, y aprenda mucho el pueblo norteamericano, en la misma medida en que aumenten los millones de desempleados, en la misma medida en que aquella economía artificial y en tren de guerra entre en crisis; algún día aprenderá el pueblo de Estados Unidos, algún día se despertará el pueblo de Estados Unidos.
Y algo sí podemos comunicarle al señor Kennedy: que primero verá una revolución victoriosa en Estados Unidos, que una contrarrevolución victoriosa en Cuba. Porque este régimen se asienta sobre bases sólidas; este régimen revolucionario se asienta sobre bases de justicia. Y aquel régimen, en el orden nacional como en el internacional, se asienta sobre bases de injusticias, y se asienta sobre bases que están llamadas a desaparecer, como está llamado a desaparecer el colonialismo y el imperialismo.
Por eso nosotros podemos pensar en una vida nueva que nace, mientras ellos viven en la obsesión de una vida vieja que perece. Nosotros podemos pensar en el futuro, y luchar por hacer un futuro mejor, mientras los imperialistas tendrán que vivir añorando la época de los grilletes, y tendrán que vivir angustiados tratando de contener un mundo mejor para el mundo y para los propios Estados Unidos.
Esa es la gran diferencia. La otra es una diferencia de poderío. ¿De poderío material? Bien, nosotros tenemos otro poderío, que es el poderío de la razón; y tenemos otro gran poderío: el poderío de la justicia; y otro gran poderío: la sed de justicia, y de derecho, y de vida mejor de 200 millones de latinoamericanos. Y por la fuerza no podrán impedirlo, decididos los pueblos de América a ser libres y a tener un mundo mejor; no alcanzarían todos los millones de soldados de infantería de marina para impedirlo; no alcanzarían todos sus soldados y todos sus aviones, ni siquiera todas sus bombas atómicas. Porque cuando los hombres dispersos por el continente, los hombres hambrientos del continente, sepan lo que pueden hacer por ser libres, todo el poderío del imperio se volverá nada frente a eso.
¿Qué puede un imperio frente a un mundo? ¿Qué pudieron los nazis cuando dominaban la mayor parte de Europa? Los pueblos se sublevaban y combatían; la resistencia crecía, y en toda Europa los grupos de patriotas combatían por las armas a los invasores nazis.
¿Son feroces los imperialistas, tan feroces como los nazis? Sí, es que el nazismo no era más que una consecuencia del imperialismo; el nazismo, como el fascismo, son la meta o el fin de los regímenes imperialistas; y lo que alimentó aquella sed de sangre, aquellos crímenes espantosos, aquel exterminio de pueblos enteros, era el mismo afán de dominio, de explotación y de riquezas que domina los cerebros morbosos de los guerreristas yankis.
¿Que son, o pueden llegar a ser, tan feroces como los nazis? No importa, difícil es que puedan superarlos, y los nazis no pudieron dominar Europa; mucho menos ellos, por más que organicen escuelas para entrenar oficiales de las oligarquías, por mucho que se rompan la cabeza ideando tácticas para combatir revoluciones, están condenados al fracaso, y la historia enseñará como todas sus tácticas, todas sus tácticas, y todas sus escuelas, y todas sus medidas preventivas, no impedirán el destino de América.
Frente a su poderío material, está el poderío de nuestra razón; pero es que además no solo tenemos el poderío de la razón, el mundo no es solo Cuba, Cuba no es el único pueblo colonizado, Cuba no es el única pueblo explotado por el imperialismo; el mundo es, afortunadamente, mucho más grande, el mundo es grande, y el mundo de los pueblos que se han liberado de la explotación, del colonialismo, del imperialismo, y del capitalismo, «¡es un mundo también poderoso!
Y la ciencia al servicio del hombre, la ciencia al servicio de la justicia, ha desarrollado fuerzas mucho más poderosas que las que ha desarrollado la ciencia al servicio de la explotación; y por eso, vista la cuestión de fuerza a fuerza, «¡el poderío del imperialismo es un poderío decadente frente al poderío de la Unión Soviética, de la República Popular China y de los países socialistas!
Luego, los señores imperialistas no pueden campear por su respeto en el mundo, como campeaban en décadas pasadas, y sus posibilidades de maniobra están muy reducidas; y lo que tienen por delante, inexorablemente «y es bueno que meditemos sobre eso», es que dentro de 10 años la capacidad de producción, y la producción efectiva, de la Unión Soviética estará por encima de la capacidad de producción y de la producción de Estados Unidos; y lo que ocurrirá, inexorablemente, es que el standard de vida de la Unión Soviética sobrepasará el standard de vida de Estados Unidos.
Y cuando ese país, país que fue devastado por la guerra civil que lanzaron contra la Revolución de Octubre, guerra civil fraguada en el extranjero, país invadido por 13 ejércitos y casi destruido, país que de una economía semifeudal se desarrolla y vuelve a ser arrasado por la agresión imperialista… Recuerden que, cuando finalizó la guerra pasada, decenas de miles de fábricas habían sido destruidas en la Unión Soviética, decenas de miles de pueblos, los campos arrasados, los rebaños de ganado aniquilados; mientras toda la instalación industrial de Estados Unidos permanece intacta, ni una bomba estalla sobre una fábrica yanki, ni un tornillo pierde una sola fábrica yanki.
Las cadenas de la humanidad
Ante una inmensa multitud de trabajadores y ciudadanos de La Habana en 1959, congregados frente al Palacio Presidencial, declaraba que: «Si nos ven unidos, los enemigos nos respetarán. Nadie tiene derecho a trazar pautas a Cuba desde el extranjero». Foto: Archivo del sitio Fidel Soldado de las Ideas
La humanidad avanza, la humanidad rompe las cadenas de la esclavitud, la humanidad marcha hacia la justicia; el mundo avanza, y el final, ¿cuál puede ser el final si no el triunfo de los pueblos? ¿Cuál puede ser el final si no la libertad de las colonias? ¿Cuál puede ser el final sino la plena soberanía de las naciones, la independencia económica de las naciones, el desarrollo de las riquezas de las naciones, el desarrollo de la cultura de las naciones? El final no puede ser la esclavitud de nuevo, la colonia de nuevo, la dominación económica de nuevo.
Y a la humanidad los colonialistas no le pueden enseñar nada; a la humanidad los imperialistas no le pueden enseñar nada. En nombre del futuro no pueden hablar los que llevan sobre sus conciencias millones de hombres esclavizados; los que llevan sobre sus conciencias la historia de un continente, como el africano, de donde extrajeron millones de hombres, y los vendieron como bestias; a la humanidad no le pueden enseñar nada los que vendieron a los nativos del Asia; a la humanidad no le pueden enseñar nada los que han mantenido en el atraso y en el hambre a la América Latina; a la humanidad, Kennedy, no le podrás enseñar nada.
A la humanidad le pueden enseñar los pueblos como nosotros, como el pueblo chino, el pueblo soviético, el pueblo checo, y todos los pueblos socialistas; a la humanidad le pueden enseñar el pueblo egipcio, el pueblo de Indonesia, el pueblo del Congo, ese pueblo que está allí luchando junto a los dirigentes nacionalistas y revolucionarios; a la humanidad le pueden enseñar los pueblos que han roto las cadenas; a la humanidad no le pueden enseñar nada los que han forjado, durante siglos, las cadenas de la humanidad.
Y para concluir… , una breve referencia a un episodio, a un episodio que habla mucho de la alianza para el progreso, «¡la alianza civilizada para el progreso de que hablan o que predican estos señores!: el hecho de que en el día de hoy, en un país que está dedicado al trabajo, que no se sabe que esté en guerra con nadie, en la segunda ciudad de Cuba, en plena madrugada, haya penetrado una nave de guerra artillada a ametrallar una industria nacional, en un acto insólito.
Yo no sé cuál habrá sido el eco de esta noticia en el mundo, pero es verdaderamente increíble, y es muestra de un cinismo del imperialismo, de la desfachatez de los gobernantes de Estados Unidos, el que nuestro país pueda ser atacado de esa manera cobarde y criminal, que una ciudad de un pueblo de este continente, y que una industria de un pueblo de este continente, mientras se está hablando de seguridad continental, mientras se está hablando de que Cuba constituye un peligro para la seguridad del continente, una nave militar, entregada por los únicos que podían entregar esa nave militar a los contrarrevolucionarios, es decir, entregada por el Gobierno de Estados Unidos, y partiendo de las únicas bases de donde puede partir: de las bases organizadas por el Gobierno de Estados Unidos a los contrarrevolucionarios, haya realizado ese hecho escandaloso, que sería como motivo de escándalo, motivo para que la América protestara indignada si no se hubiera hecho ya como una ley de este continente, que nosotros estamos condenados a que en los puertos nos asesinen cientos de obreros, a que nos quemen nuestras cañas, a que violen constantemente el espacio aéreo nacional, a que envíen cargamento tras cargamento de explosivos para sabotear nuestras industrias; sería como motivo para que la América se levantase indignada, si el imperialismo no hubiese convertido en una ley de este continente el derecho a violar nuestro territorio, el derecho a matar a nuestros obreros, el derecho a asesinar a nuestros niños, el derecho a quemar nuestras cañas, el derecho a destruir ya a cañonazos nuestras fábricas.
Y ese es el caso que hemos presenciado hoy. ¿Qué quiere decir eso? Que sube de grado la agresión, sube de grado la desfachatez de los enemigos del país, y así como vienen los aviones lanzando armas o lanzando proclamas, nadie puede sentirse seguro de que cualquier día nos lleguen lanzando bombas.
Y de la misma manera que hoy atacaron una industria y asesinaron a un marino e hirieron a un miliciano, ¿no están expuestos igualmente al ataque como en los peores tiempos de la piratería y el filibusterismo, los puertos de nuestro país y los pueblos de nuestro país, por aviones piratas y naves piratas organizadas por la Agencia Central de Inteligencia yanki?, porque todo el mundo sabe que son ellos los que les han entregado esas armas, los que les han entregado esos aviones, los que les han entregado esas naves. Y nuestro pequeño pueblo se ve incesantemente acosado y hostigado por los que fracasados en sus campañas contrarrevolucionarias, fracasados en sus planes de bandas mercenarias, fracasados en sus planes de extensión, fracasados en sus agresiones económicas, viendo que la Revolución se mantiene firme, viendo que la Revolución se mantiene, sigue adelante, se desesperan, y ya quieren destruir a bombazos y a cañonazos nuestras industrias.
Y este hecho debe servir para enseñar a América lo que es el imperialismo; lo cínicos y lo criminales que son sus actos; la falta de respeto absoluta por el derecho de los demás pueblos; la falta de respeto absoluta por la vida de los ciudadanos de otro pueblo. Y nosotros, aquí mismo tenemos uno de los proyectiles lanzados sobre la refinería de Santiago de Cuba, un proyectil de cañón 57 milímetros, de fabricación norteamericana…
Y nosotros nos preguntamos si nuestro país va a continuar siendo víctima de estos ataques, recrudecidos desde que ese señor está ahí. En realidad nosotros no lo sabemos, pero debemos tener los ánimos preparados para esto, y para todo. Si nos hacen guerra, resistiremos la guerra; si se empeñan en someternos durante muchos años a estos actos vandálicos y de piratería, que no tienen lugar en ningún lugar del mundo nada más que en Cuba, en virtud de ley del imperio; si tenemos que ponernos a construir morros y fortalezas en todos los puertos, los construiremos; si tenemos que defendernos de estos ataques filibusteros, nos defenderemos; de las agresiones físicas, como de las agresiones económicas, nos defenderemos.
El derecho de cada ciudadano
Concentración popular frente al Palacio Presidencial el 28 de septiembre de 1960, cuando surge los Comités de Defensa de la Revolución. Foto: Archivo
La Revolución proclama el derecho de cada ciudadano al trabajo, la Revolución está en el deber de defenderse de los saboteadores, pero debe defenderse manteniendo ese principio; el que no trabaje aquí, solo puede ser un vago empedernido, solo quien sea un mercenario, porque todo el que desee rectificar y todo el que desea trabajar, que tenga trabajo; porque la Revolución se propone dar vigencia a ese derecho, el más sagrado de cada ciudadano, el derecho a trabajar.
Y para que la Revolución no se vea obligada a tomar medidas drásticas; aumentar la vigilancia, aumentar el trabajo revolucionario, convertirnos cada uno de nosotros en un militante de la Revolución, en un guardián de la Revolución dondequiera que estemos; en las fábricas, en las escuelas.
Hablábamos hoy y alguien gritó de limpiar las escuelas, las escuelas no las podemos limpiar; al contrario, nosotros queremos cambiar la dirección de las escuelas; nosotros podemos, o debemos adoptar, las medidas que garanticen que nadie podrá inducir a la contrarrevolución a un joven o a un niño.
Pero la Revolución no puede limpiar las escuelas, porque la Revolución está en el deber de enseñar y de educar. ¿Y cómo vamos a permitir que se pierda una inteligencia joven?, ¿cómo permitir que a un joven lo arrastren por los caminos antipatrióticos?, ¿o cómo abandonarlo a su suerte? ¿Qué creen esos niños? Creen en las mentiras que les han inculcado; creen las leyendas hechas por ellos, falsas, que allí han repetido todos los días contra la Revolución.
Y lo mismo que un niño con un maestro revolucionario puede ser un niño bien orientado sobre las cuestiones de su patria, un niño con un maestro contrarrevolucionario puede sufrir un gran daño en su mente. Y ese niño no tiene la culpa. ¿La culpa, saben, a última hora, quién la tendría? Nosotros, por permitir que haya inteligencias en manos de criminales que son capaces de convertirlo en un contrarrevolucionario. La culpa sería de nosotros.
Y los niños deben tener siempre nuestra mayor consideración. Y nosotros somos los primeros en lamentar la situación de muchos de esos niños que se entusiasmaban por las cosas de la Revolución, que simpatizaban con la Revolución, y cuyos padres se los han llevado al extranjero. Y nosotros pensamos en la suerte de esos niños, que los han sacado de este ambiente de leyenda en que vivían, y se los han llevado a otro país extraño.
¿Qué será de esos niños? ¿Qué será de los hijos de quienes cegó la ambición y se marcharon a vivir al norte? Esos niños son, en realidad, víctimas. Por eso debemos ayudar a los niños, y el Gobierno Revolucionario, en su hora, tomará las medidas que estime pertinentes, porque la Revolución no se va a detener. Se engañan los que creen que con actos de piratería, de agresión, de amenaza y de terror, van a detener la Revolución. A la Revolución no la van a detener, todo lo más que conseguirán es radicalizar la Revolución; eso es todo lo más que conseguirán; haciéndole la guerra a la Revolución, todo lo más que conseguirán es que la Revolución profundice.
La Revolución va a seguir adelante, victoriosamente e inconmovible, ¿con quién?: con los buenos, con los mejores, con los firmes, con los verdaderos revolucionarios; los que van a templar su espíritu para una verdadera revolución; los que no se acobardan, los que no se venden y los que no se rinden.
Las puertas de la Revolución han estado abiertas para todos. Aquí a nadie se le ha negado el derecho a servir al país. Hay que ser duros contra los que se ponen contra el país y se venden a los enemigos del país. Nosotros no le hemos negado ni siquiera el derecho a vivir, y a vivir en ciertas comodidades, a los explotadores del pueblo. Por eso debemos ser duros con los que desconociendo la generosidad de la Revolución, se unen al extranjero para tratar de explotar otra vez al pueblo.
Nosotros fuimos generosos hasta con los politiqueros; hubo un olvido al pasado. De antes del 10 de marzo no se contaron los pecados; y sin embargo, vemos a los pecadores reincidentes que volvieron a las andadas y se pasaron con el enemigo imperialista. Hay que ser duros e implacables con los reincidentes que se pasaron al enemigo imperialista. Hemos visto cómo se envalentonaron los terroristas y los criminales; y la Revolución, incluso, había suspendido los tribunales revolucionarios, la Revolución había suspendido la pena de muerte.
Sirva esto para demostrar cómo ha actuado la Revolución y cuáles han sido las intenciones de la Revolución. Sin embargo, la Revolución ha tenido que responder a los que asesinan obreros, a los que asesinan niños, a los que destruyen fábricas, a los que arrancan vidas de obreros honrados, «¡solo porque vista una camisa de miliciano, que no es camisa de mercenario, sino camisa de obrero, que sin que le paguen por las horas que tiene que invertir defendiendo las fábricas, las defienden!
Los esbirros, los verdugos, los terroristas, obligaron a la Revolución, muy a su pesar, a implantar los tribunales revolucionarios y las sanciones severas, porque nosotros sentimos el que la Revolución se vea necesitada de adoptar esas medidas, pero la Revolución no tiene la culpa: la culpa la tiene la contrarrevolución, la culpa la tiene el imperialismo, la culpa la tienen los esbirros que aquí quieren volver a enlutar la familia, que hoy quisieran volver a segar vidas.
¿Y qué quieren? ¿Que la Revolución se cruzara de brazos? No, ¿para que de nuevo las calles amanecieran repletas de cadáveres, para que de nuevo los estudiantes fueran torturados y asesinados? No. ¿Qué querían, que la Revolución se cruzara de brazos para que los asesinos y los ladrones volvieran? No. Los obreros, los estudiantes, los campesinos, el pueblo, que fueron testigos de aquel pasado de horror y de miedo, porque hoy los que tienen miedo son los traidores, hoy, los que tienen que vivir preocupados son los conspiradores, y los terroristas, pero el obrero que trabaja, el estudiante que estudia, el campesino que cultiva la tierra, el pueblo laborioso, el pueblo luchador, testigo de aquel pasado de terror en que los asesinaban por ser estudiante, por ser obrero o por ser campesino, el pueblo testigo de aquel pasado, no se cruzará jamás de brazos.
Ya sabemos qué manos son las que mueven a los criminales: manos yankis fueron las que forjaron la tiranía y la mantuvieron; balas y bombas yankis fueron las bombas que asesinaron tantas vidas; explosivos yankis y agentes yankis fueron los que promovieron el sabotaje de «La Coubre»; explosivos yankis son los que han estallado en tiendas, en escuelas y en fábricas; armas yankis son las armas de los mercenarios; aviones yankis son los aviones que han violado nuestro territorio; barcos yankis son los barcos que realizan actos de filibusterismo contra nuestras ciudades; oficiales yankis son los que entrenan a los mercenarios; y manos yankis fueron las que colonizaron nuestra economía, manos yankis fueron las que nos impusieron la Enmienda Platt; manos yankis fueron las que impidieron el triunfo del ejército libertador en las luchas por la independenci.
Esas manos quieren volver y los que sirvan esas manos, y los que se presten de tentáculos a ejecutar la voluntad de los enemigos de la patria, de los que impidieron la feliz culminación, en épocas pasadas, del triunfo del pueblo, esos, contra esos, tenemos que ser duros y ser implacables.
Por lo demás, ya veremos si continúan las violaciones, ya veremos si continúan los ataques piratas, ya veremos si piensan hacer vivir al país en un estado de guerra, de constante agresión, de destrucción, ya veremos. Porque los pueblos de América reaccionarán, los pueblos de América darán su lección a los enemigos de nuestro pueblo.
Nosotros estamos aquí dispuestos a resistir, y nadie duda de que resistiremos; nosotros estamos dispuestos a mantenernos firmes, y nadie lo duda; nosotros estamos dispuestos a avanzar, y nadie lo duda; la Revolución seguirá adelante, «¡y nadie lo duda!
Y eso es lo que ocurre: la Revolución cumplió sus primeras promesas, y la Revolución se propone nuevas promesas, la Revolución se propone cumplir los principios que un millón de personas apoyó en aquella gigantesca asamblea del pueblo.
¿Qué pueden decir frente a eso los que van allí a llorarle al FBI, y al CIS, y a las agencias de inteligencia?, los que van a llorarle al Pentágono, ¿qué pueden decir de esto?, ¿qué moral tienen para combatirnos?, ¿qué razón pueden esgrimir? «¡Ninguna!, sino la razón de los traidores, la razón de los cobardes, la razón de los vacilantes, la razón de los desertores.
«¡Adelante, pues, siempre adelante!, «¡eso es lo que nos corresponde! «¡Siempre firmes, siempre decididos, siempre dispuestos a afrontar los sacrificios! Los sacrificios, hasta ahora, han sido pocos, «¡nosotros tenemos temple y tenemos valor para soportar sacrificios mil veces mayores, para que se cumpla el principio de que la Revolución vencerá!
«¡Patria o Muerte!
«¡Venceremos!