El Martí que venía
Publicaba José Martí, con solo 16 años, su primer artículo político en el periódico El Diablo Cojuelo un día como hoy hace 152 años Sería su gran amigo Fermín Valdés Domínguez quien lo ayudaría en la edición de El Diablo Cojuelo. Aprovechando la libertad de imprenta decretada por el capitán general Domingo Dulce, salía a la luz aquel modesto periódico de solo 4 páginas, el 19 de enero de 1869. Eran las páginas de la única edición del considerado primer periódico editado en La Habana durante esta etapa de fugaz libertad de expresión y también los inicios de José Martí en el periodismo político. En ese momento, el Oriente cubano estaba en armas. Las Villas, se preparaba para el levantamiento, el cual aconteció en febrero del mismo año. Era de esperar que el dominio español se agrupara para enfrentar todo lo que oliera a cambios en el status de la colonia insurreccionada. Por ello, para ilustrar cómo el espíritu de la independencia andaba suelto por la Cuba colonial, toma Martí el nombre del título de la novela homónima del dramaturgo y novelista del Siglo de Oro español, Luis Vélez de Guevara, la cual trata de un diablo cojo que sale de una botella donde había permanecido encerrado. Un editorial y varias notas satíricas sobre la prensa y los acontecimientos de la época conforman la entrega que haría Martí para denunciar el clima opresivo que cubría el panorama político cubano. Comienza diciendo, exponiendo con claridad la mentira que significaba la supuesta libertad de prensa: «Esta dichosa libertad de imprenta, que por lo esperada y negada y ahora concedida, llueve sobre mojado, permite que hable usted por los codos de cuanto se le antoje, menos de lo que pica; pero también permite que vaya usted al Juzgado o a la Fiscalía, y de la Fiscalía o el Juzgado lo zambullan a usted en el Morro, por lo que dijo o quiso decir». Despuntaba Martí, con el Diablo Cojuelo, con el oficio del periodismo con agudeza y valentía: «Nunca supe yo lo que era público, ni lo que era escribir para él;» mas, a fe de diablo honrado, aseguro que ahora como antes, nunca tuve tampoco miedo de hacerlo. Poco me importa que un tonto murmure, que un necio zahiera, que un estúpido me idolatre y un sensato me deteste. Figúrese usted, público amigo, que nadie sabe quién soy: ¿qué me puede importar que digan o que no digan?» Escribir este pequeño periódico significaba el desafío al régimen colonial con apenas 16 años. Utilizaba la ironía como recurso para la denuncia: «Y tanta gente había ya en los calabozos, que, a seguir así un mes más, hubiera sido la Habana de entonces el Morro de hoy, y la Habana de hoy el Morro de entonces». Desde aquí, Martí vislumbraba el camino, «O Yara o Madrid»; o se estaba con el levantamiento armado que se iniciara el 10 de octubre, o el alistamiento habría de gravitar hacia la metrópoli española. También hubo espacio para el humor en El Diablo Cojuelo con un trasfondo crítico, reflejo del acontecer sociopolítico de aquel año de 1869: « «¿Señor Castañón? « ¿Qué hay? «» Aquí lo busca a usted la señorita Cuba, que viene a reclamar su voz, que según dice, ha tomado usted sin su licencia. « «¡Ay, cierra, cierra, amigo! Di que me he ido al infierno, que»¦que qué sé» » yo»¦en fin»¦mira»¦como te atosigue mucho, le dices de mi parte, que pienso mudar de voz, ¿eh? Pero pronto, «¡pronto! No sabemos a estas horas si la señorita Cuba entró o no entró. A tiempo avisaremos este fausto acontecimiento». Y no se equivocaba Martí; pocas semanas duró la mencionada libertad de prensa, a la que se opusieron los círculos integristas, comerciantes españoles y el cuerpo de voluntarios. Pero, a pesar de ello, Martí no descansaría. A solo 4 días de que saliera El Diablo Cojuelo, vendría a la luz «Abdala», exponente del compromiso y fidelidad por la causa de la independencia de Cuba. Esta singular publicación representaba el Martí que venía, un anticipo de la enorme dimensión periodística de este hombre. Además, la gran importancia que él concedía a la palabra escrita en tanto factor aglutinador de voluntades y expresión del pensamiento revolucionario. Otros fragmentos de El Diablo Cojuelo «Quiere un zángano ganarse prosélitos, y héteme aquí que junta al honrado fidalgo, dueño de quinientos negros; al famoso jockey, dueño de otros cuantos; al mayordomo de cierta señorona, y a un maestro que tiene un cerebro más pastelero que la mismísima pastelería. Dícese allí que es una iniquidad la abolición, en lo cual yo no me meto; y que la insurrección es la ruina del país, en lo cual por ahora tampoco tomo cartas; y dícense otras muchas cosas que tal parecen salidas de cerebro de enfermo. Y en estas y en otras se concluye la importante sesión, satisfechos los parlanchines de haber dicho muy grandes cosas». «No sentaría por base de mi política eso que los franceses llamarían afrentosa hésitation. O Yara o Madrid». «(«¦) Volviendo a la cuestión de libertad de imprenta, debo recordar que no es tan amplia que permita decir cuánto se quiere, ni publicar cuanto se oye. Un ejemplo al canto. Si viniese a Cuba un capitán general, que burlándose del país, de la nación y de la vergüenza, les robase miserablemente dos millones de pesos; y corriesen rumores de que este general se llamaba Paco o Pancho, Linsunde o Lersinde, a buen seguro que mucho habría de medirse usted, lector amigo, antes de publicar noticia que tanto ofende la nunca manchada reputación del respetable cuanto idóneo representante del gobierno borbónico en esta Antilla. Y esto lo digo para que a mí como a los demás nos sirva de norma en nuestros actos periodiquiles». Con información de ACN y Radio Rebelde Imagen: tomada de Bohemia