Los Atrevidos de Remedios (+Audio)
Aunque la mayoría de los procesos son manuales en la fábrica Los Atrevidos de Remedios, este colectivo se empeña en sumar producciones de alta demanda en el mercado nacional. El ruido y el buen aroma es constante en la fábrica Los Atrevidos de Remedios. Desde bien temprano, los productos se alistan para el proceso. Continuamente en marcha, el jefe del establecimiento Carlos Armando García Vergara, chequea cada detalle. Y aunque uno piense que lo principal aquí son las montañas de mangos, guayabas, fruta bombas o tomates; Carlos opina todo lo contrario. «Lo más importante es el recurso humano, nuestros trabajadores. En este tiempo de la Covid-19, no hemos dejado de trabajar un solo día, tomamos todo tipo de medidas y hasta la fecha, seguimos a pie de obra». La fábrica Los Atrevidos de Remedios cuenta con 76 valientes, y aunque la mayoría de los procesos son manuales y requieren de extrema atención, el plan llegó a su meta desde septiembre. «A partir de una serie de medidas organizativas logramos concentrar las producciones con la misma fuerza laboral. Dividimos los horarios y casi todo el año hemos tenido doble turno de trabajo. Ha habido dificultad con los envases de hojalata, pero utilizamos recipientes plásticos de diferentes formatos, pomos de 1 litro, bidones de 4 y 5 litros, entre otros tamaños. Esto nos ha dado la posibilidad de mantener la producción estable y obtener los resultados alcanzados». Una maquinaria obsoleta, pero con vitalidad, permite el logro de dulces en almíbar, pulpa, pasta y concentrados de frutas, además de varios derivados del tomate, entre ellos, salsa condimentada, salsa pizza y sofrito. Pero sin lugar a dudas, los aniristas del centro, remiendo a remiendo, convierten las piezas añejas en obras de arte listas a continuar una labor que data ya de 90 años. Comenta Carlos Armando García Vergara, jefe de la fábrica, que 3 trabajadores recibieron la condecoración «8 de Octubre» entregada por la Anir a aquellos que buscan soluciones ante el déficit de recursos. «Si se rompe una pieza, enseguida vamos todos a resolverlo porque la producción no se puede afectar», comenta Carlos consiente de que lo importante es no detener la marcha ni un minuto. El destino final de los manjares elaborados aquí llegan a las empresas de Comercio y Gastronomía de diferentes municipios, así como, a las cadenas de tiendas en divisas, al turismo y a sectores priorizados, entre ellos, Educación y Salud. «Al inicio de la Covid-19 en Cuba con los centros de aislamientos nosotros dimos nuestro aporte y a la alimentación de la población. Sabemos que no satisfacemos todas las demandas, pero en una medida no muy pequeña, estamos presente». A la pregunta de ¿qué le falta a la empresa? Este hombre con 30 años de labor bien sabe de los vericuetos y dificultades de Los Atrevidos. «Un almacén. Como ves, aquí todo está compacto. Está en planes su construcción, pero por la situación existente no se ha podido ejecutar. Pero no paramos: tenemos los recursos, la materia prima; lo de nosotros es trabajar y cumplir los planes. Cuando se necesita, hasta la gente de oficina etiqueta». Entre el ruido y el calor se suma la Ciencia El sonido fuerte de la planta de vapor no deja espacio al diálogo. Pero Antonio Jesús Rodríguez Ãguila permanece tranquilo, a sabiendas de que, sin energía, la fábrica no camina. Entre el ruido y el calor vela con esmero que todo ande perfecto. Rústicas máquinas, pero útiles. Tanques de pelado, una picadora, el cañón de lavado; todas ellas colorean las diferentes áreas de la fábrica Los Atrevidos. En un tacho, semejante a un caldero gigante, la mermelada de mango hierve. Debajo, Rigoberto Martínez Martínez, llena los galones de 20 litros y me confiesa que, en 35 años, nunca se ha quemado. «Estos tachos se utilizan para los dulces en almíbar y los de arriba con agitadores para la mermelada concentrada y natural de frutas. Los otros pequeños para el dulce de guayaba, una línea independizada», explica el directivo. En calma, las técnicas en Control de la Calidad, Noris Suárez Sobrado y Alejandra Paret González, analizan, en el laboratorio, muestras del producto terminado. Un refractómetro de mesa permite conocer el por ciento de azúcar, el sólido soluble, y el pechímetro, el pH y la conductividad. «Nosotras trabajamos directamente con la producción. Las muestras se toman y hasta que no esté el resultado, no se envasa. Revisamos, controlamos y avalamos el producto final listo para el consumo», nos dice Noris quien se ha convertido en la otra mamá de Alejandra, joven graduada de ingeniería Química en la Universidad Central «Marta Abreu de Las Villas». Propuestos a obtener la categoría de Vanguardia Nacional, el colectivo de Los Atrevidos continúa con el empeño de sumar producciones de alta demanda en el mercado nacional. Estos remedianos no entienden de fallas en las calderas o en la tardanza de un envase; producir seguirá siendo meta entre los aromas y los sabores de las frutas. https://cdn.teveo.cu/media/wN/xr/YaSr6CdwM494/artifact/aS3PsAXsnHk3XnMy.mp3
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Imágenes por Roberto Rodríguez González