Vivir para ser felices, Día Internacional de la Solidaridad Humana
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A veces los hombres recaen en cada vacío, cada conflicto y cada egoísmo, algo inimaginable. A medida que los años pasan, la mente madura, aunque en algunos casos no; los sentimientos se acentúan, aunque en algunos casos no para bien y el ciclo de la vida tiembla en fallas. Somos afortunados todos los que gozamos de nuestros derechos humanos, salud, educación, felicidad, la vida entre familia, amigos y animales afectivos muy queridos. Sobran los lamentos y lágrimas para aquellos niños, madres, los millones que sufren de extrema pobreza. Lo que está a nuestro lado, lo que sostenemos, lo que suena, vibra, suena, todo lo que nos rodea en este gran ecosistema diverso social, es obra maestra de cada uno de nosotros, los seres humanos, nada del espacio, entonces, ¿por qué no compartirlo y dañarlo? Este 20 de diciembre, Día Internacional de la Solidaridad Humana, declarado por las Naciones Unidas, me recuerda el tesoro de la felicidad de un niño en el parque en compañía de sus amigos, del amor entre madre e hijo y entre hermanos, lo lindo de la vida. ¿Suena tan platónico, imaginario, inalcanzable? Duele ver surgir de la nada conflictos entre amigos, diferencias que por la no comprensión y respeto generan odio, desprecio a tu patria, a tu familia, al hogar que forjó el crecimiento, la madurez, las interrelaciones. Y es que resulta tan fácil vivir en armonía, para qué amargarnos, pelearnos, gritarnos, golpearnos, por qué ese egoísmo, envidia maligna, por qué si todos somos iguales y vivimos bajo el amparo de esa gran naturaleza que nos hace surgir, pero también callar en lo eterno. El presente nos ha plantado una dura tarea, la tarea de la solidaridad, del internacionalismo, del compartir, la tarea de pensar primero en el hombre, pensado como un ser humano y no como lo material, lo económico, a lo que se le puede sacar provecho. Lo cruel de la Covid-19 además de los contagios y tristes fallecimientos que ha ocasionado, es que ha demostrado cuan materialista puede ser el hombre, cuan despiadado, cuan interesado. La solución de la vacuna, más que competencia debería ser una misión entre todos los gobiernos. El dinero no privilegia, el dinero no te protege, el dinero no te exime de contagiarte de la pandemia, ni de empeorar el cuadro clínico, ni de fenecer. Por el contrario, una vida es quien te cuida, un médico, una enfermera, un ser humano. La vida es todo y a la vez nada. Luchemos para que cesen guerras, las diferencias, los conflictos, y aboguemos más por la igualdad, la solidaridad, el respeto y la unidad. Luchemos por el animal indefenso, por quien necesita de ayuda, por el anciano que cruza la calle, quien necesita una donación de sangre. Luchemos por todos y entre todos.