Las rosas blancas de la Revolución
En pocas palabras, Nicolás Guillén resumió la esencia de nuestra Revolución: «Te lo prometió Martí y Fidel te lo cumplió»» Acercarse a la vigencia del pensamiento de Martí en nuestro eterno Comandante en Jefe resulta imprescindible en los momentos actuales.
Los hombres no mueren; y más esos que de tanto pensar, han echado raíces en bosques tan extensos e inmensos que ni los mayores cataclismos han podido derribar sus convicciones y sueños. Sueños que se han hecho realidad gracias a que esos hombres, o mejor, gracias a que ese hombre una vez pensó en una Cuba libre, en un gobierno «»¦con todos y para el bien de todos»» donde la primera ley de la República fuera «el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre»».
Por eso, ahí están los bosques: el pueblo de Cuba. Y enfrente, un caguairán, un inmenso caguairán que materializó los deseos universales de ese hombre sincero que dio su mano franca.
Acercarse a la vigencia del pensamiento de José Martí en la vida y obra de Fidel Castro Ruz resulta imprescindible en los momentos actuales.
La Revolución Cubana es el gran sueño de nuestro Apóstol en la cual está presente todo su genial pensamiento. No por casualidad, en el centenario de su natalicio, se produjo el asalto del Moncada; ni fue casual tampoco que Fidel lo llamara el autor intelectual de esta gesta.
A 125 años de su desaparición física, la presencia de su ejemplo y pensamiento es un hecho concreto que aparece cotidianamente, como algo sencillamente natural, – tan natural como todo lo que tiene vida propia- en cualquier confín de este pueblo.
Porque esta Cuba de hoy: independiente, libre, soberana; donde a la belleza suprema de su naturaleza indómita, se une la constancia de las almas de los hombres que desde niños aprenden a tener como primer gesto el saludar la bandera de la patria; es la Cuba que deseó Martí.
Martí quiso cultivar una rosa blanca en julio como en enero y precisamente porque tuvimos un 26 de Julio que reiniciaría nuestras luchas por la definitiva independencia y un Primero de Enero que culminaría, al fin, con el amo yanqui, aquella rosa se convirtió en millones de cubanos y por eso hoy nuestra Cuba viste las rosas blancas de la Revolución.
«Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro»»
No se puede ser cubano verdadero si no se es martiano; y no se es martiano verdadero si no se es fidelista. Fidel es a Martí lo que aquel mejor alumno al maestro escultor. Fidel tomó el cincel adormecido, ordenó los elementos, confió en su pueblo y culminó la obra inconclusa del Maestro: la Revolución Cubana.
La prédica martiana ganó desde muy temprano la adhesión de Fidel, idea que dejó bien asentada en la entrevista concedida a Frei Betto en 1985:
«Claro, yo antes de ser comunista utópico o marxista, soy martiano, lo voy siendo desde el Bachillerato: no debo olvidar la atracción enorme del pensamiento de Martí sobre todos nosotros, la admiración por Martí. Yo fui siempre también un profundo y devoto admirador de las luchas heroicas de nuestro pueblo por su independencia en el siglo pasado»».
A Tomas Borge le diría: «Una de las razones por las que fui martiano y una de las frases más bellas que en mi vida leí de Martí – y he leído muchas frases bellas de Martí y me han causado un infinito placer muchos de los pensamientos martianos- fue una frase que decía: «toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz» «¡Qué pensamiento tan clarividente, que humildad, que modestia! Eso es lo que tenía Martí. Tú nunca vez a Martí hablar de su proyección histórica, ni de su imagen histórica. Tú lo ves consagrado a la obra de la Revolución, al pensamiento de la Revolución»».
El autor terminaría su libro, al que tituló precisamente Un grano de maíz, que se iba «convencido de haber hablado con el discípulo de Martí, de haber hablado con un grano de maíz»».
Desde que era un estudiante, Fidel en los actos públicos sustentaba sus criterios apelando frecuentemente al ideario martiano, como, por ejemplo, en aquel acto convocado por la Federación Estudiantil Universitaria el 27 de noviembre de 1948.
Ya graduado, combatiendo al gobierno de Carlos Prío Socarrás, expresa en una carta a sus compañeros, en diciembre de 1951, que para ellos solo había una forma de esperar el Año Nuevo y era con las palabras que expresara José Martí en la Navidad de 1894: «Para un pueblo sufrido no hay más Año Nuevo que el que se abra con la fuerza de su brazo entre las filas de sus enemigos»».
Por lo tanto, al ocurrir el golpe de Estado propiciado por Batista el 10 de marzo de 1952, aumenta su rebeldía. En su primera respuesta al golpe militar (Revolución no, Zarpazo), se ven los mismos sentimientos de rechazo al despotismo que caracterizaron a Martí desde que a los 16 años escribiera su poema «Abdala».
Más de una vez repetiría nuestro Comandante que: «la libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio»» Tal como Martí desenmascaró en su época al reformismo y al anexionismo como enemigos de la total independencia de Cuba proclamando así la inevitabilidad de la guerra contra el coloniaje español, así también Fidel llegó a la conclusión de que la lucha armada era el único camino que le quedaba al pueblo de Cuba para conquistar su libertad.
El mismo Fidel explicaría la similitud de estas ideas en 1971, ante los estudiantes de Concepción, en Chile. «Una profunda tradición nos venía desde Martí. Cuando hablaba de la guerra explicaba: la guerra inevitable, la guerra necesaria. Fue toda una filosofía para justificar por qué en nuestro país se acudía a la forma extrema de lucha puesto que a la patria no le quedaba otra alternativa de obtener la libertad. Nuestra Revolución siguió esa técnica, esa prédica y ese estilo martiano»».
La idea de pelear hasta la conquista de la libertad o entregar la vida en el combate es la irrevocable decisión martiana que asume Fidel para guiar sus pasos, siendo este el primer legado de Martí a las generaciones que le siguieron.
Una de las más altas expresiones de ese influjo martiano en Fidel, es el juicio por los sucesos del Moncada el 16 de octubre de 1953 y sobre todo el auto alegato conocido como «La Historia me Absolverá». Juicio que nos recuerda el consejo de guerra seguido contra el joven Martí en marzo de 1970 cuando es condenado a prisión por infidencia.
Vemos en los dos jóvenes la misma justeza de ideas, idéntica firmeza, igual respuesta demoledora que desarma al Fiscal. En ambos casos, los acusados se convierten en acusadores. Martí sustenta ante los jueces la legitimidad de la lucha por la independencia de Cuba. Y Fidel diría con acierto que: «El haber concurrido a aquella cita el 26 de julio, constituirá en no lejanos días el mayor timbre de gloria de un cubano»».
En cada línea de la Historia me Absolverá, en esas palabras que fueron sangre del corazón y entrañas de la verdad, se respira un aliento martiano.
«Para dar a entender que estaba resuelto a luchar solo contra tanta bajeza, añadí a mi escrito aquel pensamiento del Maestro: «Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército»»».
Se refiere, además, en este documento, al hecho de que se le prohibió la llegada de textos martianos a la prisión, «parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos»», diría Fidel, «¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de julio?»».
Fidel asume la táctica martiana de no hacer una denuncia directa contra el imperialismo yanqui tratando de evitar la hostilidad prematura del gobierno norteamericano. Esta frase nos dice el por qué de esa inteligente decisión.
«»¦hay cosas que deben hacerse en silencio, porque su proclamación puede levantar dificultades insalvables para lograr el justo fin que se persigue»», expresó Martí.
Con esta defensa, Fidel mantiene viva la llama martiana, plantea la convicción de todo el pueblo de Cuba de no dejar fallecer el pensamiento del Maestro. En sus palabras finales diría: «Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, «¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo doctrinas, hay jóvenes que en magnifico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que el siga viviendo en el alma de la patria. «¡Cuba, que sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!»»
Se inspira igualmente Fidel en el ideario latinoamericanista e internacionalista del primero de los cubanos. Afirma que Martí «nos enseñó ese espíritu internacionalista que Marx, Engels y Lenin confirmaron en la conciencia de nuestro pueblo»», y que el Apóstol «nos trazó la imagen de una América Latina unida frente a la América imperialista y soberbia, revuelta y brutal, que nos desprecia»».
Fidel asimila esos sentimientos y actúa consecuentemente. Siendo estudiante, integra comités por la independencia de Puerto Rico.
Y en La Historia me Absolverá plantea que «la política cubana sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente»».
El camino recorrido por Fidel Castro en sus años de formación ideológica estuvo determinado por su inserción en la lucha revolucionaria en el ámbito estudiantil; de aquí que su visión de Martí parte de lo más radical del pensamiento demócrata y antimperialista del Maestro en su etapa de madurez.
Las citas fueron tomadas de la bibliografía consultada:
–Fidel y la Religión de Frei Betto; Obras Completas y Obras Escogidas de José Martí; La Historia me Absolverá de Fidel Castro;
–José Martí. Aforismos de Jorge Sergio Batlle; Un grano de maíz de Tomás Borge; Centro de Estudios Martianos y Cien Horas con Fidel de Ignacio Ramonet.
Imagen tomada de Escambray digital