Por Rumbos Nuevos
La tradición nos convoca. Abrimos un nuevo sendero en el camino de la prensa en Caibarién. Ahora para reverenciar una historia prolífera, cardinal y valedera. Pretexto para revisitar al centenar de opciones a través de las cuales Caibarién reflejó sus realidades, y aún las aúpa.
Desde que Manolín, hace cien años ya, adaptó el auricular de un teléfono en desuso para transmitir la música que escuchaba la ciudad, reflejar lo que nos distingue, fue una llama que prendió en la identidad local.
Ochenta y cinco años ha desgajado el almanaque desde la circulación del primer número del periódico Rumbos Nuevos, pretexto para revisar también los caminos de la prensa impresa de la Villa, considerada por no pocos como una de las que más publicaciones de este tipo acuño en el pasado siglo. Investigaciones reúnen más de cien en los años de mayor esplendor económico.
El Ãrgano de la Sociedad Juventud Indomaericanista, con sede en Quito, Ecuador y con esa única voz en Cuba, estuvo dirigido por Quirino Hernández, y rompió con la tradicional visión de que solo correspondía a la prensa la crónica social. El interés por el arte, la erudición, la crítica, comenzó a distinguir la producción de contenidos en Caibarién.
Con antecedentes tan ilustres, quedó pactado el papel de los medios de comunicación en la ciudad del centro norte, no solo para informar, sino para generar y contar la cultura. Reverencia también a los cientos de artistas, periodistas o creadores que de manera general conformaron y conformar el entramado que desde Caibarién cuenta a los coterráneos y al mundo la realidad que vivimos.
Fortaleza adicional, en el año en que celebramos los 188 años de la Villa Blanca, que nos acompañe la modernidad también en estas cuestiones. Caibarién se lee menos en impresos, pero se escucha como nunca a través de la emisiones ininterrumpidas de una planta radial que este año arribó a los trece lustros de fundada. La ciudad se ve, se reconoce y se reconstruye también en un quinceañero telecentro que se declara, sin medias tintas, «la imagen de Caibarién y su gente».