Bolivia de menos al MAS: homenaje al Che
Este 20 de mayo, la Banda Municipal de Conciertos de Caibarién festeja el aniversario 115 de su fundación.
Sobre su historia la periodista Raisa Guevara García publicó en el blog CNTV Caibarién, una breve reseña
A finales del año 1904, en Caibarién, esta pequeña ciudad costera del centro norte de Cuba, un músico de nombre José Pilar Montalbán Raimundo decidió formar una banda de música con niños, conocía de la que ya se organizaba en la vecina ciudad de Remedios, y como era tan poca la distancia entre ambas, cada suceso cultural en una provocaba eco en la otra.
La municipalidad no poseía recursos para financiar obras de la cultura, la cooperación popular permitió dotar a los pequeños que tenían entre 7 y 13 años, de instrumentos y casa para academia. Ya el 20 de mayo de 1905 ofrecieron su primer concierto, y hasta hoy acompañan a los caibarienenses en desfiles por fechas históricas, celebraciones populares o duelos. Su escenario habitual ha sido desde 1915 la Glorieta situada en el casco urbano, en el mayor parque de la ciudad, conocido como Parque La Libertad.
El año 1911 fue el más grandioso en la historia de la Banda Municipal de Conciertos de Caibarién, pues en él alcanzaron el mayor reconocimiento alcanzado por esa institución musical, el premio en el Concurso Nacional de Bandas, compitiendo con agrupaciones de adultos tan prestigiosas como las de La Habana y Cienfuegos.
Cuenta la historia que el director en esos tiempos era Ernesto Jarque Gómez, español que llegó a Caibarién el 7 de enero de 1908, severo y exigente como nunca antes ni después tuvo otro director la Banda de Caibariilar, alusión al ensayo «Nuestra América», donde José Martí plasmó un contraste cada vez más confirmado por la historia, por la vida, y que aquí solo se apunta: «Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más», de un lado; del otro, «estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios y va de más a menos!»
El triunfo del Movimiento al Socialismo el pasado domingo renovó las esperanzas sostenidas en el artículo aludido al inicio. Lo primero era celebrar la importante victoria; lo segundo, advertir sobre la necesidad de defenderla y cuidarla.
El gobierno avalado por una clara mayoría del pueblo (clara en todos sentidos), no tendrá un camino fácil. Hasta resultaba difícil imaginar que el régimen de facto permitiría a las fuerzas populares recuperar el poder en un proceso eleccionario que de distintos modos intentó complicar, y habría querido impedir.
Ahora, cuando los más visibles representantes del golpe simulan reconocer el categórico triunfo del Movimiento al Socialismo, en caso de que no hicieran ninguna nueva maniobra violenta para impedir que cumpla su tarea, le han minado de escollos el camino. El poder golpista ha echado abajo los grandes logros económicos y sociales que el país cosechó con la presidencia de Evo Morales.
Sería más que iluso esperar que los sectores oligárquicos se resignen a la mengua de privilegios que han disfrutado a expensas del pueblo. Y también lo sería confiar en que las mismas instituciones armadas y policiales que apoyaron el golpe, se conviertan en garantes de la paz y el orden que el MAS necesita para tratar de recomponer la Bolivia magullada por golpistas dóciles a los Estados Unidos, como históricamente lo han sido en la región.
La ingenuidad es tal vez el único defecto que podría enaltecer a quienes lo porten, porque habla de actitud sana y buenas intenciones; pero se paga caro. Cuando, ante las falsas acusaciones de fraude, el honrado Evo Morales pidió una inspección de la OEA para demostrar que no lo había habido, solo cabía alarmarse. ¿Confiar en alabarderos del imperialismo, sean civiles o armados?
La catadura de los golpistas, peones visibles de un complot orquestado por las fuerzas imperiales con el auxilio de sus lacayos, se ha mostrado en distintos hechos: en masacres, manejos sucios de diversa índole, racismo furibundo, transacciones económicas contrarias a los intereses de la nación y del pueblo, y en la abominable «presidenta» impuesta.
Ella no se conformó con decir «en la ONU, a base de burdas mistificaciones» que a Bolivia no volvería el «populismo autoritario», porque ya había retomado la «democracia». Quisiéralo o no, evidenció con ello su desprecio del pueblo, y su servicio a un sistema que, para confirmarse como negación de la democracia, escogió ser representado por un gobierno ilegítimo, impuesto.
Como si no hubiera habido durante su mandato derramamientos de sangre que pusieran en evidencia la criminalidad de su régimen, la «presidenta» anticonstitucional agasajó a los asesinos de Ernesto Che Guevara. Quedó así autorretratada en los anales de la infamia en el continente, y más allá.
Desde los años en que Evo Morales encabezó el país, el MAS expresó su merecido respeto por el Guerrillero Heroico, y su nuevo triunfo electoral es también un homenaje al combatiente latinoamericano asesinado en La Higuera.
El tributo será aún más pleno en la medida en que el nuevo gobierno «masista por el nombre del partido político que representa, y por su defensa de las masas populares» dé los pasos insoslayables para impedir que las fuerzas oligárquicas y el imperio al que ellas sirven vuelvan a salirse con las suyas.