Estados Unidos intensifica presencia ilegal en Siria

En hechos sin precedentes en el Medio Oriente y que sobrepasan algunos de los peores momentos de la guerra fría, Estados Unidos intensifica la presencia en Siria, y en los campos de petróleo y gas del norte del país.

Las denuncias al respecto, continuamente expuestas por Damasco y Moscú en foros internacionales, tienen total falta de eco en los medios de comunicación occidentales o de algunos de la región, aún cuando tales acciones violan el derecho Internacional y las denominadas líneas rojas de una guerra no declarada.

De enero a la fecha, tropas estadounidenses traspasan la frontera sirio-iraquí por el punto de Al Walid no menos de dos veces por semana y con una cifra acumulada de más de 300 camiones con apoyo bélico y logístico para sus efectivos y los de las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), conformada mayormente por kurdos.

Hasta mediados del 2018, Washington estaba presente en 11 bases en el norte de Siria y una en el sureste, junto al triángulo fronterizo entre este país, Iraq y Jordania y no las retiró a pesar de las ambiguas y nunca especificadas declaraciones del presidente Donald Trump.

En la actualidad, la mitad de esos centros fueron reubicados e incluso, sumaron otros dos en las zonas de hidrocarburos de Deir Ezzor y Raqqa, de conjunto con las FDS y a las cuales reequiparon técnica y logísticamente.

Diversos estimados, de fuentes militares sirias y de sus aliados, calculan que Estados Unidos tiene entre tres mil y cuatro mil efectivos en esas regiones, a los que se unen unos centenares de grupos de tropas especiales de Reino Unido, Francia y Alemania y en menor escala, de otras naciones miembros de la Organización del Tratado del Altántico del Norte (OTAN).

A su vez, Washington decidió prescindir como tropa de choque directa, del Estado Islámico, Daesh en árabe, cuya misión ahora es la de atacar y hostilizar por todos los medios, a las fuerzas militares de Siria y sus aliados, sobre todo en las zonas desérticas de Al Badiya, una región que comprende áreas de las provincias mencionadas y del nordeste de la de Homs.

En esta situación, donde cualquier tipo de negociación parece alejarse, el régimen de Israel tiene un activo papel, incrementado también a partir de enero de este año con no menos de seis incursiones sobre territorio sirio con misiles lanzados desde territorios ocupados en Palestina y el Golán, el espacio aéreo libanés y a través de instalaciones que utilizan en Jordania y puntos que mantiene Washington en la región.

Tal panorama, de evidente insensatez y al no poder derrotar al Gobierno de Damasco solamente con una dramática guerra terrorista impuesta hace casi 10 años, está avalado además, por un cada vez más intenso bloqueo económico comercial y financiero desde Europa Occidental, con un incremento de sanciones, veto total a las comunicaciones vía satélite y a personalidades y figuras estatales o privadas de Siria.

Vale señalar que a estas acciones se une la presencia de más de 20 mil efectivos militares de Turquía en el norte de Alepo y 35 puestos de control en esa región y alrededor o dentro de la provincia de Idlib, último bastión organizado de los extremistas en esta nación del Levante.

Simultáneamente, Estados Unidos reactiva a fuerzas presuntamente moderadas como las FDS y hace de la vista gorda a las acciones militares y de provocación con sustancias químicas de organizaciones como la Junta para la Liberación del Levante, otrora Frente Al Nusra o el Partido Islámico del Turkestán, una buena parte de los cuales son mercenarios de la etnia china de los uigures.

El reto para la paz está planteado como nunca antes desde el 2011 con una realidad en el terreno que define los planes estadounidenses y de la OTAN para dividir Siria, cuya resistencia abortó la continuación de las llamadas primaveras árabes al menos en este país.