Los retos a los que se enfrenta la vacuna contra la COVID-19
El SARS-CoV-2 pertenece a la familia de los betacoronavirus, uno de los cuatro géneros (alphacoronavirus, betacoronavirus, cammacoronavirus y deltacoronavirus) incluidos dentro de la familia Coronavirindae. Se trata de virus cuyo genoma está formado por una única cadena de ARN con polaridad positiva (+ssRNA) de unos 30 000 nucleótidos.
Laboratorios de todo el planeta se encuentran en una carrera contrarreloj para dar con la vacuna que frene el progreso de la pandemia de la COVID-19. Días después de que China compartiera el genoma de este coronavirus, los investigadores comenzaron rápidamente las primeras etapas de investigación y desarrollo.
«Los virus RNA como el coronavirus tienen una envuelta a los que hay que atacar produciendo respuestas inmunológicas muy específicas. Es decir, produciendo anticuerpos neutralizantes y activando los linfocitos T que van a destruir a una célula infectada», explica a GM Mariano Esteban Rodríguez, jefe del grupo Poxvirus y Vacunas en el Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CNB-CSIC), y consejero de la Fundación Gadea por la Ciencia.
Aún así, a pesar de los retos a los que se enfrenta el desarrollo de la vacuna, el mayor problema no es diseñar la vacuna, sino comprobar su seguridad y eficacia en humanos, lo que puede demorarse al menos un año.
«Los virus RNA no son fáciles. Tenemos que comprobar primero qué componentes antigénicos del virus serían fácilmente reproducibles en la obtención de una vacuna que en ningún caso tuviese ese RNA», especifica Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos.
«En ningún caso podemos tener una vacuna que tenga ese RNA, sino que contenga alguna estructura de envoltura que el organismo reconozca como antígeno y produzca anticuerpos contra la enfermedad», añade el especialista.
Una de las esperanzas en la obtención de la vacuna es conseguir que el antígeno S (componente de la corona) sea capaz de inducir la producción de anticuerpos neutralizantes, controlar la infección y evitar la enfermedad.
«Hemos de recordar que los virus RNA presentan generalmente tasas de mutación relativamente altas pues carecen de DNA-polimerasas que puedan detectar y corregir los errores», puntualiza José Mª Martin Moreno, catedrático de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Valencia.
Teniendo en cuenta el potencial mutágeno junto al rápido avance del brote, «el primer escollo en laboratorio surge al hacer crecer a los virus en el laboratorio, y después identificar los genes de virulencia del patógeno», subraya el catedrático.
Prototipos de vacunas RNA
Desde que se inició el brote en Wuhan (China), el CNB-CSIC, bajo la coordinación de Luis Enjuanes, comenzó a preparar los trámites para producir una vacuna.
«La aproximación que lleva el equipo de Enjuanes es desarrollar un coronavirus atenuado por ingeniería genética», resalta Esteban Rodríguez . Por su parte, el laboratorio bajo su cargo también está trabajando en la vacuna basada en vectores virales que expresan antígenos específicos del coronavirus.
Las vacunas atenuadas son las que más se han utilizado al ser las más eficaces ya que desarrollan inmunidad frente a todos los componentes virales. «Estas vacunas se han ido modificando a lo largo del tiempo para conseguir una mayor seguridad y hay muchos modelos en la actualidad», destaca.
Asimismo, las vacunas de ácido nucleico son las que están más en activo, «sobre todo las de RNA porque son muy seguras, no tienen efectos adversos y están demostrando eficacia tanto en cáncer como contra patógenos. Este modelo de vacuna RNA es una de las que se están ensayando en fases clínicas frente al coronavirus», afirma el especialista del CNB.
Por otro lado, «se encuentran las vacunas en las que se utilizan los antígenos purificados, como la proteína S, que se mezclan con un adyuvante y también están en fases clínicas», añadió.
Fabricación de vacunas
Los grupos de investigación de todo el mundo están desarrollando estrategias a pequeña escala para demostrar la seguridad y eficacia de las vacunas en la fase I.«Los laboratorios la producirán a gran escala sin ningún problema una vez que se sepa qué antígeno es el mejor», apunta Ángel Gil.
Sin embargo, Martín Moreno recuerda también que hay que hacer énfasis en la necesidad de completar las tres fases preceptivas de pruebas en pacientes.
«Afortunadamente hay diversos grupos de enorme prestigio científico que ya están abordando el tema desde diferentes perspectivas, lo cual es bueno porque es útil disponer de diferentes enfoques técnicos para aprender unos de otros y garantizar que se obtiene una vacuna lo antes posible», conluye Martín Moreno.